Gail Dines: «Nos rodean imágenes de la follabilidad de las mujeres»
En el Congreso de la II Marcha Abolicionista, organizado por las compañeras de Mujeres por la Abolición como culminación de la II Marcha que fue apoyada por multitud de grupos feministas españoles y de otras partes del mundo, pudimos disfrutar el pasado sábado 19 de la histórica feminista radical en la lucha contra la pornografía, Gail Dines. Para quienes no la conozcan, se puede leer su trayectoria académica y activista contra la pornografía en su web, así como acceder a algunos de sus trabajos. Igualmente, en la página de la organización que preside, Culture Reframed, hay material interesante para nuestro aprendizaje y activismo.
La experta nos habló sobre el impacto de la pornografía en la cultura de la imagen en la que vivimos. Explicó la peligrosidad de que la población fuese bombardeada diariamente por cientos de imágenes, al mismo tiempo que no se le proveía de herramientas con las que leerlas de forma crítica. Contó que la consecuencia de esto era que el discurso que había detrás de dichas imágenes pasara sin ningún tipo de filtro a nuestro cerebro y participase en nuestra socialización como mujeres y hombres. Gail Dines desarrolló cómo nuestra cultura de la imagen estaba pornificada, poniendo de ejemplo la publicidad de Victoria’s Secret (aunque serviría cualquier marca de la industria de la moda o de la belleza). Señaló que, en sus anuncios, dirigidos a sus compradoras, las imágenes empleadas estaban, sin embargo, pensadas para la mirada masculina, y prueba de ello era que siempre aparecía lo que llamó ‘la mirada del fóllame’. Esta imagen de las mujeres, vendida como sexy y erótica, era pensada socialmente como ridícula si se imitaba por varones ¿Por qué? Porque tal y como desarrolló nuestra ponenta, el discurso de género subyace en este discurso de la publicidad. Históricamente se ha asociado a las mujeres con la pasividad, con el ‘ser disponibles sexualmente’, mientras que para los hombres se ha reservado la actividad, el ser ‘los que follan’. Se trata de una cuestión de género, hablamos de una imagen específica que habla sobre el conjunto de las mujeres y que solo nos presenta, al fin y al cabo, como objetos hipersexualizados y follables. ‘Nos rodean imágenes de la follabilidad de las mujeres’, dijo Dines.
La experta argumentó que nuestra cultura pornificada preparaba sexualmente a las niñas como objetos sexuales ‘de usar y tirar’, siendo algunas consecuencias de esto la auto-sexualización y la entrada de las mujeres en la industria sexual de la pornografía. Nombró al porno como un problema de salud pública. ¿Por qué? Porque la pornografía estaba socializando en prácticas sexuales tóxicas a niñas, niños y jóvenes. ¿Por qué tóxicas? Porque la pornografía era una forma de violencia contra las mujeres y las niñas, y un repaso a los contenidos de las webs más famosas lo evidenciaba. Citó un estudio publicado en Violence Against Women, según el cual, la mayoría de los contenidos de webs de pornografía, tanto de pago como gratuitos, incluían: gagging (arcadas y lágrimas provocadas por la penetración violenta por la garganta), eyaculación en la cara, tirones de pelo, escupitajos en la cara, ATM (penetración por el ano y después por la boca sin haberlo limpiado), penetración anal violenta, estrangulamiento y violencia verbal. Es decir, esta era la imagen estándar de la pornografía.
Con un repaso a las categorías más buscadas y con más contenido de PornHub, nos mostró cómo la pornografía presentaba a las mujeres como trozos de cuerpo (‘tetas grandes’, ‘tetitas’) y objetos follables que, independientemente de la edad, para eso estaban, para follárselas (‘maduritas’, ‘adolescentes’, ‘vírgenes’). Nos enseñó cómo la pornografía presentaba a las mujeres como seres para el desahogo sexual de los varones (‘mamada’) y sobre las que ejercer violencia (‘sexo duro’). Nos dejó claro que no había empatía ni respeto a las mujeres en la pornografía.
Se sabe que PornHub tiene más visitas que Netflix, Amazon y Twitter juntos. El porno es un negocio muy rentable que crea mucho dinero. Las webs de pornografía operan con entidades bancarias y con multinacionales de servicios financieros. La autora contó el resultado de la alianza entre Kink.com, una web de pornografía extrema, y Mastercard y Visa: para que estas apareciesen en la web como plataformas de pago, exigieron que las mujeres violentadas declarasen consentir dicha violencia. Y así se hizo, Kink.com incluyó en sus videos a mujeres que antes o después de las escenas de violencia sexual, declaraban desearlo o haberlo disfrutado. La industria del porno es un lobby con mucho poder. Otro ejemplo que puso fue el marketing para jóvenes y menores resultante de sus relaciones con la industria de las telecomunicaciones y de las plataformas web: contó cómo a través de Instagram, Snapchat, Facebook (menos usado porque es una red social en la que suelen estar los familiares), Twitter y Tiktok, se llegaba al porno a través de anuncios de publicidad o de los perfiles de ‘estrellas’ de estas plataformas, que estaban de alguna manera en la industria del porno.
Gail Dines apuntó que la media de edad de las primeras interacciones con el porno, según los últimos estudios, se producía entre los 7 y los 11 años, y señaló que cuando los menores buscaban sexo o mujeres desnudas en internet, no estaban esperando la violencia que había en estas páginas, pero era lo que se les enseñaba. Insistió en que el discurso de la pornografía educaba a los hombres en que las mujeres eran manipulables y que se podía hacer con ellas todo aquello ‘que quisieran’, pero ¿es realmente la violencia ejercida en el porno lo que los niños, futuros hombres, quieren? La experta subrayó que el discurso de la pornografía erotizaba la violencia sobre las mujeres, las degradaba y enseñaba a los hombres que cuanto más vejasen a una mujer, mejor.
Las feministas llevan décadas estudiando, analizando y divulgando el daño que hace la pornografía: cómo limita la empatía y genera adicción, estrés y ansiedad, cómo promueve que se lleven a cabo prácticas sexuales peligrosas, cómo favorece el acoso sexual y la violencia sobre las mujeres y cuánto influye en que se sufra disfunción eréctil, entre otras cosas. Todo esto lo consigue la pornografía, que no es solo un discurso de imágenes si no acciones reales sobre cuerpos de mujeres reales que sufren esta violencia. La experta contó que la media de tiempo que las mujeres soportan estar en el porno es de 3 meses, y que uno de los motivos era que padecían prolapso rectal (desprendimiento del ano).
Todas las mujeres sufrimos la violencia de la pornografía, tanto las que están dentro de la industria como las que no, pues todas nos relacionamos con hombres que se educan en este modelo de sexualidad patriarcal. Además, la sexualidad de todas es identificada en el discurso pornográfico con la humillación y el dolor, a todas nos niega un modelo de sexualidad basado en la reciprocidad, el cuidado y la empatía, en el que nuestro placer sexual sea también protagonista. ¿Es compatible la pornografía con el feminismo? ¿Es posible un ‘porno feminista’? Rotundamente no. Nos negamos a que los cuerpos de las mujeres sean explotados sexualmente para uso y disfrute de los hombres. Y por eso somos abolicionistas.
Aroa Padrino